Documento de Universidad sobre Unidad 3: La Filosofía de Platón. El Pdf, de Filosofía, explora las influencias filosóficas en Platón, la importancia del concepto y la moral, la teoría de las ideas y las "enfermedades del Estado", desde la timocracia hasta la tiranía.
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La gran figura intelectual durante la época de juventud de Platón había sido Sócrates. Este solía pasear por la ciudad rodeado de jóvenes con los que hablaba y discutía sobre temas fundamentalmente éticos. En estas discusiones empleaba la misma habilidad que los sofistas en el arte de dialogar, pero para intentar demostrar las definiciones que proponía como verdaderas, cosa que lo separaba sustancialmente de aquellos. La retórica se había convertido en el arte del engaño y la simulación. Ante esta confusión lingüística, Sócrates reclamaba la búsqueda de las definiciones generales para devolver el auténtico sentido a las palabras. Su repetida pregunta básica era "¿qué es ...? " (¿qué es la virtud?, ¿qué es la valentía?, ¿qué es la justicia?, etc.) Platón intentará plasmar las ideas de su maestro, con mayor fidelidad al principio, y luego transformándolas de manera más acorde con su propio pensamiento. Podemos sintetizar en dos puntos el legado fundamental de Sócrates:
Otros autores antiguos prestaron también su influencia a Platón. Así, los pitagóricos le comunicaron su interés por las matemáticas. La refutación del movimiento tal como lo entendía Heráclito le impulsó a crear la teoría de las ideas. La manera de entender la realidad de Parménides le llevó a asumir de él dos elementos que serán cruciales en el pensamiento de Platón.
Sócrates ya había combatido encarnizadamente el relativismo que enseñaban los sofistas. Según Protágoras, era el ser humano el que daba los valores a las cosas. Los valores siempre son "relativos", es decir, están en "relación" con las finalidades, con las circunstancias, etc. De forma natural, en sí mismas, las cosas no tienen valor. Algo parecido pasa con las acciones: son calificadas de justas o de injustas según los códigos convencionales, que se fundamentan bien en la tradición bien en la decisión colectiva. Platón, sin embargo, no podía aceptar que las acciones fuesen justas o injustas dependiendo de las convenciones del momento. Que una acción sea justa o injusta no puede depender de la opinión de la mayoría, porque esta puede estar equivocada.
Platón criticó duramente el sistema democrático, básicamente por su igualitarismo político: en lugar de adjudicar cargos políticos de acuerdo con las capacidades y la preparación de los ciudadanos, concede la misma oportunidad de gobernar a cualquiera, esté o no preparado para hacerlo. El resultado es, a menudo, el gobierno de los ignorantes. Este afán de igualitarismo había llegado al extremo con la introducción de la práctica de sortear la designación de determinados cargos públicos. Sócrates ya había criticado duramente esta práctica: nadie contrata por sorteo ni al piloto de una nave, ni a un carpintero, ni a un flautista, sino que todo el mundo recurre, en cada caso, a los expertos.
Su crítica se extiende también a la práctica básica de la democracia, la decisión por mayoría en las asambleas. Como hemos dicho, la multitud es fácilmente persuasible y, por tanto, el más hábil en retórica es quien lo consigue, pero la persuasión que proporciona la retórica es engañosa. También la ciencia persuade: cuando se demuestra un teorema matemático, cualquiera que entienda la demostración queda convencido; sin embargo, este tipo de persuasión se fundamenta en el saber; en cambio, la persuasión de la retórica no produce saber (episteme), sino puramente creencia, opinión (doxa). Los argumentos del retórico persuaden porque excitan y satisfacen los deseos de quienes los escuchan, la multitud. El retórico tiene éxito porque, de hecho, adula a la multitud, dice lo que sabe que gustará a la mayoría porque coincide con los intereses de esta, que es en definitiva la consecución de todo lo que produce placer. Por ello, este tipo de persuasión solo es efectiva con los ignorantes. Y las masas, como tales, son ignorantes. En cambio, el matemático simplemente demuestra cómo son las entidades matemáticas (los números y sus relaciones, las figuras geométricas, etc.) independientemente de si pueden gustar o no a los que escuchan: las demostraciones matemáticas persuaden, no al sentimiento, sino a la inteligencia, y esta se mueve solo por razones y no por deseos. Y, por ello, su saber (episteme) es auténtico y no pura creencia (doxa). Pero solo una minoría es capaz de entender este tipo de demostraciones.
Platón distingue entre un dualismo metafísico, distinguiendo en la realidad entre el mundo sensible y el mundo inteligible. Pero esta forma dual de entender la realidad genera, a su vez, Un dualismo ontológico. Según de qué tipo de realidad estemos hablando, los elementos que la constituyen serán las Ideas (cuando hacemos referencia al mundo inteligible) y las cosas (cuando hacemos referencia al mundo sensible).
¿Qué es la realidad? ¿Qué elementos la componen? ¿Qué características tienen éstos? Metafísica (Dualismo metafísico) Ontología (Dualismo ontológico) Mundo Sensible Cosas Imita Mundo Inteligible Ideas
La convicción de que la verdad es necesaria para poder vivir en la ciudad al amparo de la justicia le lleva a situarse frente a los sofistas y junto a su maestro Sócrates, que había afirmado que el ser humano puede hacer ciencia y que la ciencia es un conjunto de conocimientos universales, necesarios e inmutables. De ahí la necesidad que Platón tiene de plantearse desde un principio cómo es posible que el ser humano pueda llegar a obtener este tipo de conocimientos. Su respuesta es tajante: si el ser humano puede poseer conocimientos necesarios, universales e inmutables, es porque existen "objetos reales" que son necesarios, universales e inmutables, ya que, en caso contrario, el conocimiento científico carecería de valor al no poseer un objeto del que fuera correspondencia. Sin embargo, la experiencia le dice al ser humano que en el mundo en el que vive todas las cosas son particulares, contingentes, cambiantes. En el caso de Platón, que había recibido a través de Crátilo la visión del mundo sensible de Heráclito, a este hecho de experiencia se une una concepción de la naturaleza según la cual todas las realidades se encuentran en cambio continuo, sin que nada permanezca idéntico a sí mismo en dos momentos distintos.
¿Hay, sin embargo, objetos que no cambien? Parece ser que, de todos aquellos que decimos que están presentes en el mundo y que captamos a través de los sentidos, no hay ninguno. Ahora bien, Platón aprendió de los pitagóricos que los objetos matemáticos (los números y las figuras geométricas) sí eran de este tipo. Y por ello, su modelo de ciencia fue precisamente el de las matemáticas. Recordemos la inscripción que figura en la puerta de su Academia: "no entre aquí nadie que no sepa geometría". Las características de este tipo de saber son:
Dualismo ontologico: doctrina que afirma la division de la realidad en dos principios diversos y contrapuestos; se denomina "ontológico" porque se refiere al ámbito de todo lo real, de todo lo que "es" (del griego ontos, que significa 'el ser' o 'lo que es').
¿Qué tipo de objetos, pues, son estos de los que habla la matemática? De entrada, no es ninguno de los que captamos con los sentidos: aunque pensemos que podemos ver figuras geométricas o números, lo que vemos realmente son representaciones de los objetos matemáticos. Se podría pensar, pues, que estos objetos son puramente inteligibles, que solo se puede acceder a ellas a través de la Inteligencia. Se trata, pues, de un tipo de entidades que no son materiales y que son independientes de la mente, y que, por tanto, tienen una existencia autónoma. Son, además, inmutables y eternas, dos de las principales características que Parménides exigía al auténtico ser.
Toda esta reflexión, de influencia pitagórica, sobre las entidades matemáticas le sirvió a Platón para descubrir qué tipo de entidades debían corresponder a aquellas nociones que Sócrates trataba de definir: la virtud, la justicia, la bondad, la amistad, etc., y todas aquellas características que, según él, debía tener un buen ciudadano. También Sócrates creía que esta definición tenía que ser universal, no sometida a variación y, por tanto, no podía ser ninguna creación de la mente humana. Pero Platón, al equiparar estos objetos (la justicia, la bondad, etc.) a los objetos matemáticos, consideró que, al igual que estos, tenían una existencia independiente de las cosas que calificamos como tales: así, si calificamos una acción como justa, es porque tiene la forma de la justicia, del mismo modo que si calificamos un objeto de triangular es porque tiene la forma de triángulo. Sin embargo, una cosa es el objeto triangular y otro es el triángulo matemático: de forma similar, una cosa es la acción justa y otra, la justicia en sí misma. Y así con la bondad, la belleza, la amistad, etc. Como consecuencia de todo ello, Platón se va a ver obligado a afirmar que, además del mundo sensible en el que vive el ser humano, compuesto todo él de objetos particulares, contingentes y en continuo cambio, existe otro mundo cuyos objetos son necesarios, universales e inmutables: es el mundo de las ideas. La constitución de un saber científico, "episteme", supone la realidad de lo inteligible, la realidad de la idealidad. Para que el razonamiento universal tenga un objeto y no sea un razonamiento vacío, Platón piensa que es preciso admitir la existencia real de las ideas. Además, la teoría de las Ideas reúne la concepción de Parménides según la cual la auténtica realidad es eterna e inamovible y la afirmación de Heráclito sobre el perpetuo fluir de las cosas.
Cuando observamos el mundo que nos rodea, constatamos un mundo como el que describió Heráclito: vemos temporalidad, es decir, cosas que cambian y fluyen constantemente, cosas que no perduran. Puesto que es el mundo que podemos experimentar mediante los sentidos (lo vemos, oímos, tocamos, etc.) recibe el nombre de mundo sensible, y está compuesto de cosas materiales.